martes, 5 de abril de 2011

Two lovers... o el arte de renunciar a uno mismo


En Vértigo (1958), Alfred Hitchcock retrató como pocos el vértigo provocado por el amor-pasión, atrapado en la imagen idealizada de una mujer que también es su némesis. No es casual que las dos amantes del título de esta magnífica película, dirigida por James Grey, sean rubia y morena, como la Judy/Madeleine que obsesiona a Scottie en la obra maestra de Hitchcock. Representan, por un lado, los arquetipos de la mujer hogareña y la femme fatale que Hollywood ha patentado a lo largo de su fecunda historia. Y, por otro, encarnan el deseo bipolar de un suicida también bipolar (Joaquin Phoenix), que se debate entre hundirse en la más absoluta de las miserias con una seductora medusa (magnífica Gwyneth Paltrow), a la que puede ver a través de su ventana (otro guiño hitchcockiano), pero no poseer de verdad, o con una chica bien, educada y agradable (Vinessa Shaw), que sus padres le han brindado en bandeja de plata.

La última película de James Gray tiene en común con sus títulos mafiosos la necesidad de hablar de la familia como aparato represivo, pero también como último y definitivo refugio, aunque lo que la hace tan especial es su elegante y pesimista acercamiento al amor entendido no solo como el arte de renunciar a uno mismo sino de depender de esa renuncia.

Sencilla y sincera, la historia de Two Lovers se nos presenta como un producto muy emotivo y de gran calidad interpretativa que a mí, particularmente, me dio mucho en lo que pensar...

(Fuente: Sergi Sánchez, Fotogramas)



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