Esta tarde he asistido a un curso sobre Museos y Arquitectura, impartido en el Centro de Estudios de Museología, y he llegado a casa un poco desconcertada. En la ponencia se explicaba la reorganización y nueva museografía del Museo de Almería, un museo que, como el ARQUA de Cartagena o el Arqueológico de Elche, gira en torno a la órbita del MARQ de Alicante: todos ellos antiguos museos de arqueología que han sufrido un proceso de renovación y se han convertido en museos de grandes escenografías que utilizan las nuevas tecnologías para transmitir su mensaje.
Vaya por delante que a mi me encanta este tipo de museo. Hasta hoy creía que eran didácticos, que el visitante terminaba la visita habiendo aprendido algo, por lo fácil que resulta la compresión de un concepto determinado cuando se contextualiza visualmente, especialmente si se hace con la ayuda de las nuevas tecnologías... Y digo hasta hoy porque la ponente ha echado por tierra todas mis teorías en cuestión de una fracción de segundo.
Una de las chicas del público, que forma parte de la plantilla del ARQUA, comentaba que en su museo una de las quejas más recurrentes era que el visitante no llegaba a entender el mensaje que se quería transmitir y preguntaba si en el de Almería ocurría lo mismo. A lo que la representante del Museo de Almería ha contestado que sí, que ocurre, que según las evaluaciones que se hacen periódicamente el visitante sale con los mismos conocimientos con los que entró... pero que sale satisfecho. «No se entera de nada, pero le gusta el museo». Mi reacción casi automática ha sido dar un respingo en la silla. Los museos arqueológicos se han modernizado. Han dejado de ser museos de objetos (donde se exponían sin ningún pudor 1300 fragmentos de silex en una sola vitrina con sus 1300 cartelas identificativas sin más información que sus dimensiones y el lugar de procedencia –una información muy útil para el profesional que esté catalogando e investigando las piezas, pero que poco o nada ayudan al visitante–), para pasar a ser museos de conceptos donde los grandes protagonista son la tecnología y la escenografía... pero en los que el visitante sigue sin entender nada.
Y yo me pregunto, ¿no es ésta la misma crítica que se le hacía al museo tradicional allá por mayo del 68? ¿Es que tanta nueva tecnología nos está haciendo involucionar? ¿O es que, en realidad, el museo no ha cambiado tanto y sólo lo han hecho los medios con los que transmitimos el mismo mensaje? Ninguno, en realidad, salvo para aquél que tenga los conocimientos previos adecuados para entender aquello que se expone.
O no será que estos museos que se crearon a imitación del MARQ de Alicante están haciendo algo mal. O la empresa que los diseño (la misma para los tres museos: Alicante, Almería, Cartagena), o los responsables de planificarlos, o los gestores de las administraciones públicas que deciden crear museos como se asfaltan carreteras... así, sin pensar... En fin, parece que el museo está abocado a volver siempre al mismo punto de partida...
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