jueves, 30 de agosto de 2012

Te sigo soñando

«Porque, sin buscarte, te ando encontrando por todos lados, principalmente cuando cierro los ojos...» (Julio Cortázar).


 

lunes, 9 de julio de 2012

De amor y de odio

Amar con los ojos cerrados es amar como un ciego.
Amar con los ojos abiertos tal vez sea amar como un loco: 
es aceptarlo todo apasionadamente. Yo quiero que me amen con locura.
Marguerite Yourcenar, Feux, 1935



«El tango es una danza de pareja abrazada con un abrazo que es contención, no estrujamiento. Abrazar es dar con los brazos abiertos y el que da un abrazo con los brazos abiertos recibe con todo el cuerpo. Así unidos, los dos integrantes se desplazan en el espacio, pero no es un espacio cualquiera. Al contrario, es un espacio creado por los dos. [...] El tango niega las matemáticas porque uno más uno no son dos, sino uno, la pareja [...]. Es un verdadero diálogo corporal y amorosos, donde los dos manejan la autodeterminación y donde también hay momentos de silencio. Un silencio que necesariamente forma parte del diálogo, que lo enriquece si quieren, pero nunca lo anula. En este diálogo, los dos pueden proponer, porque aunque uno tome la iniciativa del primer movimiento, según como sea la respuesta –ya sea por velocidad, amplitud o dirección–, [así] es el siguiente movimiento. Por eso hay que aprender a vivir el error como posibilidad de enriquecimiento. 








Astor Piazzolla, Tango apasionado. BSO Happy together (Wong Kar-Wai, 1997)


Si esto no hubiese sido así, el tango no existiría. No deben enojarse ante un fallo: busquen el contacto con el otro e intenten crear juntos. Finalmente, el tango también es una forma de autoconocimiento, porque así como en nuestra vida de relación –ya sea como amigo, amante o padre– conozco mi calidad de tal a partir del otro, en el tango puedo ser un protector o un protegido, un dominado o un dominador. Puedo ser infinitamente tierno, violento o, tal vez, la mezcla de todo eso. Y mi pareja está ahí para mostrármelo. Esto que planteo no es fácil, pero solo cuando lo entiendan podrán bailar y, además, de una manera distinta cada día: a veces con violencia, otras con ternura, otras en verdadero éxtasis, pero seguro que no irrumpirán la danza». 


Bucay, Jorge y Salinas, Silvia. Amarse con los ojos abiertos. Barcelona: RBA Libros, 2009.



jueves, 5 de julio de 2012

Inake

Alguien me dijo una vez que un abrazo (Inake en árabe) debe durar infinity times infinity para que puedas sentir su calor incluso aunque te encuentres lejos de quien te lo dio.

miércoles, 4 de julio de 2012

El árbol de los secretos

«Todos los recuerdos son surcos de lágrimas...» (2046, Wong Kar-Wai)



Un corazón que escuche


Hace unos días leí una pequeña historia que hablaba de la importancia, a veces, de estar junto a una persona que sufre algún dolor, solo con el corazón…

Un médico psicólogo atendía una consulta en un hospital… sus pacientes eran adolescentes… Cierto día le derivaron un joven de 14 años que desde hacía un año no pronunciaba palabra y estaba internado en un orfanato… Cuando era muy pequeño, su padre murió… Vivió con su madre y abuelo hasta hacía un año… a los 13 muere su abuelo, y tres meses después muere su madre en un accidente…

Solo llegaba al consultorio y se sentaba mirando las paredes….sin hablar… Estaba pálido y nervioso…

Este médico no podía hacerlo hablar… comprendió que el dolor del muchacho era tan grande que le impedía expresarse…y él… por más que le dijera algo, tampoco serviría de mucho. Optó por sentarse y observarlo en silencio….acompañando su dolor….

Después de la segunda consulta, cuando el muchacho se retiraba, el doctor le puso una mano en el hombro: «Ven la semana próxima si gustas… Duele, ¿verdad?…». El muchacho lo miró, no se había sobresaltado ni nada… solo lo miró y se fue…

Cuando volvió a la semana siguiente el doctor lo esperaba con un juego de ajedrez. Así pasaron varios meses…sin hablar….pero el notaba que David ya no parecía nervioso… y su palidez había desaparecido… Un día, mientras el doctor miraba la cabeza del muchacho, que estudiaba inclinado hacia el tablero, pensaba en lo poco que sabemos del misterio del proceso de curación…

De pronto… David alzó la vista y lo miró: «Le toca»– dijo.

Ese día empezó a hablar… Hizo amigos en la escuela, ingreso en un equipo de ciclismo… Y comenzó una nueva vida… su vida.

Posiblemente, el medico le dio algo… pero también aprendió mucho de él… Aprendió que el tiempo hace posible lo que parece dolorosamente insuperable. Aprendió a estar presente cuando alguien nos necesita… a comunicarnos sin palabras. Basta un abrazo, un hombro para llorar, una caricia, una mirada desde la distancia… un corazón que escuche.






martes, 28 de febrero de 2012

La magia de los libros

Báilame el agua


«Báilame el agua. Úntame de amor y otras fragancias de tu jardín secreto. Riégame de especias que dejen mi vida impregnada de tu olor. Sácame de quicio. Llévame a pasear atado con una correa que apriete demasiado. Hazme sufrir. Aviva las ascuas. Ponme a secar como un trapo mojado. No desates las cuerdas hasta que sea tarde. Sírveme un vaso de agua ardiente y bendita que me queme por dentro, que no sea tuya ni mía, que sea de todos. Líbrame de mi estigma. Llámame tonto. Sacrifica tu aureola. Perdóname. Olvida todo lo que haya podido decir hasta ahora. No me arrastres. No me asustes. Vete lejos. Pero no sueltes mi mano. Empecemos de nuevo. Sangra mi labio con sanguijuelas de colores. Fuma un cigarro para mí. Traga el humo. Arréglalo y que no vuelva a estropearse. Échalo fuera. Crúzate conmigo en una autopista a cien por hora. Sueña retorcido. Sueña feliz, que yo me encargaré de tus enemigos. Dame la llave de tus oídos. Toca mis ojos abiertos. Nota la textura del calor. Hasta reventar. Sé yo mismo y no te arrepentirás. ¿Por cuánto te vendes? Regálame a tus ídolos. Yo te enviaré a los míos. Píllate los dedos. Los lameré hasta que no sepan a miel. Hasta que no dejen de ser miel. Sal, niega todo y después vuelve. Te invito a un café. Caliente, claro. Y sin azúcar. Sin aliento».

David Valdés, Báilame el agua, 2000.